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Magia

Palacio de la Inquisición

Uno de los lugares que encanta a los turistas esotéricos que arriban a la ciudad es el Museo y Archivo Histórico de Cartagena, ubicado en el Palacio de la Inquisición. Allí se encuentran intactos los elementos de tortura y brujería que se emplearon durante el periodo de la Inquisición. 


Se dice que por las noches se escuchan sonidos y gritos. Los más persistentes son los de las cadenas como cuando los esclavos caminaban encadenados. Cuentan los guías turísticos que las puertas se abren y se cierran solas y que los inquisidores recorren a sus anchas el Palacio.



En esta antigua casa del Museo del Centro Histórico, funcionó la sede del Santo Oficio, una institución de origen religioso creada en la edad media para vigilar, procesar y castigar a quienes se apartaran de la práctica de la fe católica. Se distribuyen en su interior lo que en su momento fueron cárceles y cámaras de tortura.


La garrucha, la horquilla, el hacha, el aplasta cabezas, el triturador de dedos, el desgarrador de senos, el collar de púas, el potro, la guillotina y la horca, mantienen vivos los aterradores hechos que se vivieron en esa época. Estos espeluznantes elementos de tortura que utilizaron los inquisidores, se conservan en los pabellones y salas del museo.


Otra área que atrae la atención de todos los visitantes es la ‘Sala de las Brujas’, ambientada con artefactos especiales, recetas y oraciones de las hechiceras, -tomadas de los expedientes de la Inquisición- con las cuales, se cree que las esclavas embrujaban a sus maridos, en el ámbito de las artes amatorias. Cuenta la historia que las esposas de los españoles compraban a las esclavas estos secretos.


Llama la atención el “Peso de las Brujas” una balanza en donde eran pesadas las mujeres sospechosas de esta práctica. Si el resultado del peso era inferior al establecido por el Tribunal se les castigaba y sometía a otra prueba mayor que ratificara si realmente la sentenciada era bruja o no. En ese entonces, cualquier mujer de extrema delgadez era mal vista por esa entidad religiosa, que consideraba que las brujas eran flacas.